El encuentro no podía empezar de manera más lúgubre: En el Cementerio de Güimar. Allí, entre las 12 y media y la una (del mediodía), fuimos llegando los primeros y en cuanto nos aseguramos de que estábamos todos los que íbamos a acudir a esa primera cita nos pusimos en camino a la casa. Puesto que era yo

quien “teóricamente” se sabía el camino, iba de guía. Gracias a ello y a un increíble giro de 90 grados en 0,003 segundos que nos enfiló por la empinadísima Calle San Juan, acabamos sanos y salvos en la puerta de “Villa La Veredita” a eso de las 13:00 del sábado 18 de Octubre de 2008. Guárdense fecha y hora para la memoria histórica de nuestra asociación.Con celeridad manifiesta y diligencia ejemplar se sacaron los equipajes de los vehículos poniéndose de manifiesto, ya desde tan temprano momento, que el nudista suple la parquedad en su bagaje indumentario con profusión de viandas y generosidad alimentaria. Vamos, que “desnudos, pero no famélicos”.Una vez acomodados en las habitaciones designadas (para cualquier reclamación dirigirse a la que suscribe pero aplicarse aquello de que “quien pudiendo y debiendo hablar no habló…”) nos liberamos de la ropa superflua (o sea de toda) y cargados con nuestras toallas y/o pareos nos dimos el primero de los que serían muchos y placenteros baños en la piscina
.

Algunos incluso disfrutaron del doble placer de remojarse por fuera con el líquido elemento mientras se remojaban por dentro con el no menos

elemental y saludable vino tinto, él cual nos acompañaría a lo largo de todo el fin de semana gracias a la inestimable previsión de todos los que lo llevaron. ¡Benditos sean!Después de una suculenta comida en la que se compartieron trabajos, risas, manducas y más risas, la tarde se pasó entre baños, juegos, charlas y más charlas amén de los afanes recolectores de algunos que dieron pie a jocosos comentarios y a alguna imagen erótico-bucólica (que no reproducimos por obvias razones). La cena sobrevino de forma natural y ligera y se dio cuenta de exquisitos bocadillos elaborados


con la mejor de las disposiciones y habilidad indiscutible. Yo, que ni me tuve que levantar del sofá para alcanzarlos, considero que fue una cena soberbia. Y ahí ya cada cual decidió su hora de retirada unos antes y otros después, habiendo quien incluso pasó parte de la noche con las estrellas como techo.
Y llegó el domingo con variable horario de despertar, baño tempranero para algunos (los niños estrenaron la piscina a las 7 de la mañana… pero no estaban solos), desayunos al gusto para todos y, tras cónclave mayoritario organización espontanea de una caminata por el barranco de Badajoz. Los aguerridos voluntarios partieron ante la admiración de los perezosos confesos que nos quedamos al cuidado de los niños y al amor del solecito que despuntaba. Las fotos demuestran que los que nos quedamos no d
imos un palo al agua y que los que se fueron disfrutaron de un paseo memorable en un marco bellísimo. Al final, cada cual y cada quien lo pasó lo mejor que quiso.
A la vuelta de los excursionistas nos dispusimos para compartir nuestra última comida juntos. Alrededor de varias toneladas de ensalada dispusimos las “sobras” del día anterior lo cual dio lugar a un banquete que compartimos de manera relajada y distendida, comprobando que estar desnudos no nos añade ni nos quita nada como seres humanos y que a la hora de pasar un rato agradable lo único realmente necesario
es que todos estemos dispuestos a eso: a pasar un rato agradable y a hacérselo pasar a los demás.
Poco quedaba ya después, café en la tasca, charla, algún baño más (incluso un baño de bañera amenizado con espectadores, fotos y multitudes ¡y un huevo duro!) y la retirada paulatina de unos y otros. A eso de las 7 de la tarde dejamos la casa, fregada, limpia y ordenada con la colaboración de todos y con un dulcísimo sabor de boca. El encuentro no podía terminar de manera más agradable: con ganas de repetir cuanto antes.
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