La Veredita 2009

El sábado 17 de octubre nos reunimos nuevamente en el hotel rural “La Veredita” para llevar a cabo unas jornadas de convivencia. Un hecho que parece que va a convertirse en una tradición, pues casualmente coincidió con la fecha de la reunión que tuvimos en el mismo lugar el año pasado y, a la vista del éxito, a los asistentes nos pareció una buena idea repetir en años venideros. Algunos compañeros que estuvieron en el encuentro anterior no pudieron venir esta vez y, a cambio, se incorporaron otros, pues el grupo de Naturaten ha ido creciendo a lo largo de este año. Las “tradiciones” se mantuvieron, y la mayoría nos reunimos previamente en el cementerio de Güimar para salir en caravana con los coches hasta el hotel donde teníamos previsto la llegada a la 1 de la tarde. Cuando llegamos, un delicioso olor 

a la carne con papas y garbanzas, que teníamos encargadas, inundaba el ambiente. No teníamos dispuestas las habitaciones y el personal tenía que recoger todavía algunas cosas, pero desde que las habitaciones estuvieron listas abandonamos las incómodas ropas y nos pusimos en la terraza a tomar un aperitivo. Nuestros desnudos no parecieron molestar al personal del hotel que, siempre amable, se mantuvo hasta las 2,30 de la tarde. Mientras esperábamos llegó Alberto y nos pusimos a dar buena cuenta de la comida encargada.

Sólo Tomás estuvo ausente en la misma pues se incorporó, por motivos laborales, algo más tarde. La tarde transcurrió entre tertulias y remojones en la piscina, amenizados éstos con las risas y juegos de los niños. La cena, más informal si es posible, en la sala, con los célebres sándwiches de Alberto y regada con mucha cháchara que se prolongó hasta que el sueño nos fue venciendo.

 El domingo por la mañana, al igual que el año pasado, una excursión por el barranco de Badajoz a la que nos incorporamos algunos que no estuvimos la vez anterior, mientras que otro grupo prefirió seguir disfrutando de la piscina y no arriesgarse a agujetas y arañazos de zarzas. De vuelta el tiempo justo para una reparadora ducha y remojón en la piscina, y la última comida del grupo, que se retrasó por motivos técnicos. 

Nadie había llevado aceite, vinagre y sal para aliñar la ensalada, y la última era vital. Gracias a la ayuda de un vecino, amigo de Pedro, que nos dejó el imprescindible salero. Con los cafés y la charla fue avanzando la tarde y sólo nos quedaba tiempo para hacernos unas fotos con la pancarta de NATURATEN y algún que otro remojón en la piscina, ya que estábamos allí.

 Poco más, la inevitable recogida, volverse a poner la ropa, e irnos despidiendo con el sentimiento agridulce que deja el recuerdo de una magnífica estancia y la vuelta a la “normalidad”. Eso sí, con el convencimiento de que repetiremos la experiencia.